martes, 29 de noviembre de 2016

La Reina Isabel II de España y sus negocios "EN VIAS"

EL REINADO DE ISABEL II Y LOS FERROCARRILES DEL NORTE
ESTACIÒN DEL PRINCIPE PIO
MADRID
España atravesaba momentos de enorme crisis económica, la reina ISABEL II, cuya esplendidez personal estaba fuera de toda cuestión, dispuso que se enajenasen bienes del real patrimonio para el socorro de la nación; el líder republicano, Emilio Castelar, en el artículo periodístico titulado “El rasgo”, (Nota 1), declaró que en realidad Isabel II, agobiada por las deudas, se reservaba un 25% del producto de la venta de unos bienes que, en su mayor parte, no eran suyos, sino de la nación.
La familia Real, en MADRID, era poseedora de grandes extensiones de propiedades y entre ellas los terrenos colindantes al Alcázar o Palacio Real, ósea situándonos en los Jardines de Sabattini, y mirando al fondo, el Campo del Moro, hasta la totalidad de “La Casa de Campo”, Paseo de la Florida, la Rosaleda del Parque del Oeste, el Parque de la Montaña de Príncipe Pío, etc.
 Existía un binomio de conceptos, en aquella época, (finales del Siglo XIX) entre lo que era considerado como Patrimonio Nacional (del pueblo) y Real Patrimonio (de los soberanos).
Madrid por los años de 1877 contaba con una población de 397.816 habitantes; (en 1930 ascendían sus habitantes a 952.832).
PAISAJES MADRILEÑOS  EN 1836 (LAS CIBELES AL FONDO IZDA)

Durante el “bienio 1854-1856”, surgió una legislación que era de carácter liberal, dado el entendimiento político de los generales Espartero y O´Donell trayendo con ello el auge de la economía madrileña. Ciñéndonos al contenido de los nacientes ferrocarriles, expondremos que en 1855 ya apareció la Ley de Ferrocarriles, que invitaba a la inversión de capital extranjero.
¿Qué mejor ocasión para la Soberana en particular y para la imagen de la Corona en general que crear una mejora en la modernización de las comunicaciones del reino?? ¿Y dónde colocar la Gran Estación de Ferrocarril que, aunque se dirigiese hacia la frontera francesa por Irún, transitase por terrenos “Reales”, que “graciosamente la Reyna cedía su uso y disfrute” a sus súbditos?
La Soberana tenía “derecho al veto”, sobre las decisiones que tomasen sus Ministros, así pues, era bien sencilla la decisión, o las obras de ferrocarril y su estación de cabecera se asentaban en terrenos de sus “Reales ganancias” o NO se edificaban las obras pertinentes.
El lugar que más superficies de, campos prados, campiñas y un largo etc., cumplían esas condiciones eran los términos periféricos de la MONTAÑA DEL PRINCIPE PÍO, y sus terrenos aledaños.
Cuadro de "La montaña del Principe Pío y su palacete
Para describir someramente la pretérita montaña del “Príncipe Pío”, tal vez lograríamos imaginarla colocándonos en el antiguo “cuartel de la montaña” que estuvo ubicado, donde hoy en día se haya el Templo Egipcio de DEBOD.
Conseguiríamos asentar esta inmensa posesión al final del primer tercio del Siglo XIX, que pertenecía al Real Patrimonio y que estaba cedida por el rey en “usufructo” al serenísimo infante D. Francisco”, aportando para ello algunos datos históricos.
A mediados del Siglo XVII y tras haber pertenecido, hasta 1613 a la Corona, fueron pasando luego a otras personas nobles entre ellos al denostado “Duque de Lerma”. Los citados terrenos pasan a manos de Francisco de Moura  y Melo-Tercer Marques de Castel Rodrigo-, quien compró la famosa colina del Príncipe Pío.
Este Marques mandó construir un palacio donde hoy se encuentra la estación de ferrocarril. antes de que la finca la heredara su hija Leonor quien, al morir sin descendencia, se la dejó a su hermana Juana, desposada con Guillermo Pío de Saboya, príncipe de San Gregorio, de donde tomó el nombre con el que ha llegado a nuestros días.
Solo nos vamos a permitir el lapso de rebasar la propia montaña para echar un vistazo a la estación hoy conocida como Príncipe Pío y que se encuentra un par de cientos de metros más al oeste del montículo, (Cuesta de San Vicente).
La montaña del Príncipe Pío de Saboya ocupaba en un principio más metros cuadrados que los que hoy tiene, muchos más. Todo lo que hoy es el parque del Oeste, la Florida, el barrio de Argüelles, Moncloa…,  y como no, la explanada donde se encuentra emplazado el Templo de Debod, y su parque adyacente.
A finales del siglo XVIII Carlos IV decide adquirirla y hacerse con el palacio, las huertas, las tierras, el palomar, la casa de vacas, las fuentes, la propia montaña y unos jardines muy aparentes colocados en terrenos a distintos niveles. Para completar la operación el hijo -Fernando VII- “El Rey Felón”, le compra a Godoy la finca de La Moncloa, convirtiendo las dos posesiones en una zona de recreo que llamó Real Sitio de la Florida.
En 1854 se otorgó a la Compañía de Ferrocarriles del Norte la realización de la línea que debía comunicar Madrid con Francia y el Cantábrico. Con este fin, se crearon dos años más tarde hasta tres sociedades diferentes a petición de los hermanos Pereire, barajándose varias ubicaciones posibles para su estación de cabecera, desde Chamberí a las cercanías de la actual plaza de España, en los altos de la Montaña del Príncipe Pío.
Finalmente se construyó al pie de la misma, junto a la glorieta de San Vicente y el paseo de La Florida; pasando las vías por detrás de la ermita de San Antonio para cruzar el río Manzanares por el llamado Puente de los Franceses, que se levantó entre 1860 y 1862. Sin embargo, la estación siguió instalada en edificios provisionales, hasta que por R.O. de 27 de noviembre de 1876 se confirmó su emplazamiento; realizando un primer proyecto el ingeniero Enrique Grasset el año siguiente, aunque las obras se iniciaron sólo en 1879 según un segundo proyecto de los ingenieros franceses Biarez y Ouliac , que todavía fue complementado en 1883 por un tercer proyecto de Mercier con el ya citado Grasset para cubrir las vías con la espectacular cubierta de hierro y cristal que todavía hoy contemplamos, no terminándose los trabajos hasta 1888.
LA REINA ISABEL II DE BORBÓN

El origen de esta estación está muy vinculado con la línea Madrid- Irún. Entre los años 1845 al 1855 se llevaron a cabo una serie de proyectos para comunicar Madrid con el País Vasco y la frontera francesa. Vizcaya mostraba un gran interés en la construcción de un ferrocarril que la comunicará con Madrid, debido a que su actividad siderúrgica estaba en auge y necesitaba de la existencia de medios de transportes fiables a Madrid.
La aprobación de sociedades de crédito en el año 1856, con el consiguiente auge del Banco Hipotecario. La línea Madrid- Irún se crea como la arteria principal de una red industrial, que tenía como objetivo facilitar a Madrid carbón barato para que la ciudad pudiera crear una importante industria. Además, se pretendía dar servicio a un gran número de viajeros y abastecer a Madrid de algunos productos alimenticios, tales como la harina, pescado, carne, etc. En este mismo año se les concedió el ramal (por tierras palentinas) de Venta de Baños a Alar del Rey, que tendría continuidad hasta Santander con un ramal a las minas de Barruelo de Santullán, relacionando así el ferrocarril, las minas de carbón y un puerto del Cantábrico con la fábrica de gas de Madrid.
Debido a la competencia de la MZA (Ferrocaril con recorrido Madrid, Zaragoza, Alicante) para conseguir todas estas concesiones, los Pereire ** tuvieron que forzar la rebaja en las subvenciones del Estado para cada línea, puesto que las concesiones se daban según quien rebajase más el tipo de subvención anunciado. ** (Los hermanos Pereire (Émile e Isaac) fueron unos financieros franceses de origen portugués y de religión judía, muy destacados en el proceso de desarrollo capitalista del siglo XIX. En España, tuvieron una importante intervención en el desarrollo de los ferrocarriles (Caminos de Hierro del Norte de España), el gas (Gas Madrid) y los seguros (La Unión y el Fénix).
De esta manera la Estación está en funcionamiento en junio de 1861, estando conectada con la línea del Escorial. Las complicadas circunstancias políticas que existían en España, con las Guerras Carlistas, retrasaron la apertura de toda la línea Madrid-Irún, hasta 1876, lo que explica que la Estación mantuviera estas instalaciones provisionales durante tanto tiempo. El aumento del tráfico evidenció la circunstancia de que la Estación era pequeña. En el año 1886 se construyó una línea de circunvalación que rodeaba Madrid por el sur y unía las redes del norte con las del sur, además de conectar las terminales (Atocha, Delicias, Norte).
Como resumen señalaremos que el primer tendido ferroviario se regula en 1844 por ley, el gobierno concedía concesiones a empresas españolas o extranjeras, pero tuvo escaso éxito y solo se habían construido dos tramos. Existían dos problemas: el técnico y el financiero. Ante la situación financiera, se elabora la ley de 1855 que establecía dos grandes ventajas: Se garantizaba una rentabilidad a los capitales invertidos y el dinero que necesitaba el estado para esta inversión debía salir de las desamortizaciones.
Ley de sociedades bancarias. El ahorro en España era escaso, lo que generaba la agricultura y el dinero a invertir iba siempre a comprar títulos de deuda y tierras, el sector privado apenas conseguía dinero. En 1856 se reorganiza el sistema financiero y se regula por ley el sector, permitiéndose la creación de Sociedades Anónimas de Crédito que invertirán en el ferrocarril. Igualmente se aprobó la ley de Banca. Se transformará el antiguo banco de San Fernando en Banco de España.
Así fue parte del tránsito de una sociedad estamental a una clasista y de nueva burguesía, durante el reinado de Isabel II. La nobleza mantiene sus riquezas, y su ascendiente social que en parte fue restada en sus privilegios, pero eso sí mantiene su significación como clase dirigente, y obligada a compartirla con la burguesía “del negocio de las desamortizaciones”.                  
EN CONCLUSION
Con un castellano defectuoso, un francés (la lengua de la realeza) que nunca llegó a dominar, los primeros elementos de geografía y algo de aritmética -«con un poder desmesurado, con escasas luces y sin ninguna experiencia, Isabel 11 fue proclamada reina de España unos días después de cumplir catorce años, el 24 de octubre de 1843.
Uno de los errores de juicio político más gruesos de la época en la medida en que subordinaba decididamente el destino personal (e implícitamente político) de la Reina a los intereses moderados frente a cualquier otro interés, fue el incluir el interés del Real Patrimonio en su propio beneficio.
Isabel 11 murió tres años más tarde, el 9 de abril de 1904, en el exilio de un palacio semidesierto en París que gobernaba, haciendo economías, un oscuro aventurero de origen astro-húngaro.

El Cronicón de Bob
Noviembre 2016


Nota 1.-
“El rasgo”, de Emilio Castelar
Los periódicos reaccionarios de todos los matices nos han atronado los oídos en estos últimos días con la expansión de su ruidoso entusiasmo, de sus himnos pindáricos; verdadero "deliriums tremens" de la adulación cortesana. Según ellos, no la casta Berenguela, ni la animosa María de Molina, ni la generosa Sancha, ni la grande Isabel, ni Reina alguna desde Semíramis hasta María Luisa, han tenido inspiración semejante a la inspiración que registrarán con gloria nuestros anales y escribirán con letras de oro los agradecidos pueblos en bruñidos mármoles.
Vamos a ver con serena imparcialidad qué resta, en último término, del celebrado rasgo. Resta primero una grande ilegalidad. En los países constitucionales el Rey debe contar por única renta la lista civil, el estipendio que las Cortes le decretan para sostener su dignidad. Impidiendo al Rey tener una existencia aparte, una propiedad, como Rey, aparte de los presupuestos generales del país, se consigue unirlo íntimamente con el pueblo. 
Hace mucho tiempo que se viene encareciendo cuánto podían servir para sacar de apuros al Erario los bienes patrimoniales de la Corona. Y, sin embargo, nada, absolutamente nada se sacará ahora; nada. La Reina se reserva los tesoros de nuestras artes, los feraces territorios de Aranjuez, el Pardo, la Casa de Campo, la Moncloa, San Lorenzo, el Retiro, San Ildefonso: más de cien leguas cuadradas, donde no podrá dar sus frutos el trabajo libre, donde la amortización extenderá su lepra cancerosa. El Valle de Alcudia, que es la principal riqueza del Patrimonio, compuesto de ciento veinte millares de tierra, no podrá ser desamortizado a causa de no pertenecer a la Corona, y, según sentencias últimas, pertenece a los herederos de Godoy. En igual caso se encuentra la riquísima finca de la Albufera, traspasada por Carlos IV a Godoy en cambio de unas dehesas de Aranjuez y unos terrenos de Moncloa. Si después de esto se transmite a la Corona el veinticinco por ciento de cuanto haya de venderse, quisiéramos que nos dijesen los periódicos reaccionarios que resta del tan celebrado rasgo, qué resta sino un grande y terrible desencanto.
Los bienes que se reserva el Patrimonio son inmensos: el veinticinco por ciento, desproporcionado; la Comisión que ha de hacer las divisiones y el deslinde de las tierras, tan tarda como las que deslindan de los bienes del Clero; y en último resultado, lo que reste del botín que acapara sin derecho el Patrimonio vendrá a engordar a una docena de traficantes, de usureros, en vez de ceder en beneficio del pueblo. Véase, pues, si tenemos razón; véase si tenemos derechos para protestar contra ese proyecto de Ley, que, desde el punto de vista político, es un engaño; desde el punto de vista legal, un gran desacato a la ley; desde el punto de vista popular, una amenaza a los intereses del pueblo, y desde todos los puntos de vista uno de esos amaños de que el partido moderado se vale para sostenerse en un Poder que la voluntad de la nación rechaza; que la conciencia de la nación maldice. 
Emilio Castelar, en el periódico La Democracia, de 25 de febrero de 1865