LA ACTUACIÓN EN LAS CORTES REALES EUROPEAS DE
LOS MONARCAS Y CORTESANOS EN LOS SIGLOS XII AL XVIII
Obviamente, la formación de los grandes monopolios del poder y el control
y de las cortes en su cúspide, es sólo uno de los muchos rasgos que
caracterizan los procesos de la civilización. Pero es una de esas fases claves para
acceder al verdadero empuje del proceso. La gran Corte del rey es por mucho tiempo
el centro de las relaciones sociales y por tanto tambien comerciales.
Este
será el paso a paso de la sustitución de la nobleza guerrera por una nobleza
"sumisa y cortesana" cuyas pasiones guerreras han sido sometidas y
amparadas por el rey, dando paso así a “la nobleza cortesana”
Acaso en todo el gran proceso de evolución de
la civilización en estos siglos, Occidente incluido, uno de los acontecimientos
decisivos sea justamente la transformación del guerrero en cortesano. Apenas es
necesario decir que hay varios grados y etapas en la implantación de la Corte,
y en la pacificación de la sociedad.
En
Occidente, la transformación se lleva a cabo con lentitud entre el siglo XII y
los siglos XVII o XVIII.
¿Cómo
se verificó ese cambio plurisecular? Primero existía un amplio territorio con
muchos castillos o feudos donde las relaciones entre los individuos son bastante
frágiles, espaciadas; las obligaciones y tareas cotidianas de la mayor parte de
los guerreros y los campesinos no exceden los límites de una reducida comarca.
Lentamente,
entre la diversidad de castillos y feudos empiezan a destacarse algunos señores
que por medio de batallas brillantes y victoria tras victoria llegan al acaparamiento
de tierras y alcanzan una mayor hegemonía
sobre los otros guerreros de una comarca mayor. Por la enorme cantidad de
bienes y especulaciones que concentran, los castillos de estos señores empiezan
a volverse verdaderos albergues para muchísimos individuos: van volviéndose Cortes.
Los sujetos que se encuentran ahí
buscando nuevas posiciones, ya han perdido su privilegio e independencia.
Prevalecen los guerreros fatigados y desventurados que no tienen ya la potestad
de los otros guerreros cabecillas y juiciecillos que siguen habitando y
dominando soberanamente sus propios feudos y señoríos.
Así fue cómo empezaba a gestarse una
evolución que llevaría después a la nobleza a integrarse en la Corte y a
renovar constantemente su comportamiento en el sentido de un refinamiento,
tanto cultural como de evolución
en la civilización que estaba por manifestarse en siglos venideros.
Este
poder cortesano significaba para sus funcionarios, y para sus dignatarios y
súbditos, e incluso para los mismos príncipes, una reglamentación rígida de la
conducta, una visión a largo plazo más intensa y disciplinada. Las reglas de
ceremonial y de etiqueta muestran con claridad esta exigencia. La razón es
sencilla: de los caciques y su pequeño séquito (solo ellos) dependen infinidad
de asuntos cruciales para todo el territorio sometido; cada paso, cada actitud,
puede tener consecuencias graves
Citaremos como
ejemplo anecdótico que en la Corte, en el trato con la Señora quedaban
prohibidos los actos brutales y los brotes ardientes pero como el caballero cortesano
era todavía un guerrero y su vida una larga e inflexible curso de retos y
contiendas, se producían altercados y retos entre contendientes de territorios
circundantes donde ponían a prueba su valor e hidalguía. Aún así el predominio
de las reacciones conflictivas impedía el paso a la restricción desbravadora de
esos ánimos belicosos.
En la raíz del
dilatado proceso, las relaciones de la nobleza y la burguesía, tal como
aparecen en las primeras Cortes, son todavía casos aislados e insólitos; la
dependencia recíproca entre la nobleza y la burguesía es todavía demasiado
débil, por no decir quiméricas.
Las clases “nobles”
no sienten todavía una gran amenaza social por parte de las clases más bajas;
la misma burguesía aún no ha empezado a rivalizarles en funciones o renombres. Los nobles aún tienen
la tierra y la espada. “Son gente de horca y cuchillo”.
Definitivamente, en
el siglo XV, y mayormente durante el XVI, se precipita la conversión de los
guerreros en cortesanos. La nobleza, o por lo menos una parte de ella,
necesitaba del rey porque la creciente formación de prerrogativas “Reales”, había
destruido la función del guerrero libre y emancipado, al cual en una evolución
de creciente agobio monetario, el sólo ingreso del producto de sus tierras (si
lo contraponemos con el grado pecuniario que alcanzó la ascendente burguesía) no
le avalaba su subsistencia cotidiana ni, por asomo, la coexistencia social y el
prestigio de la nobleza como clase dominante frente a la pujanza de la
burguesía.
Bajo esa presión,
una parte de la nobleza se trasladó a la Corte , donde estaba seguro de
encontrar refugio, y se vinculó al rey. Sólo la vida en la Corte, le abría al
noble el acceso a nuevas oportunidades económicas, a una regeneración de su
prestigio y seguir como poder dominante.
El ganar dinero en
una actividad comercial sería desprenderse de su nobleza, degradarse frente a
ellos mismos y frente a los otros. Evidentemente su hendidura entre la
burguesía, el carácter de su nobleza, la conciencia de ser miembros de las
clases preponderantes, era lo único que le daba sentido y guía a su vida.
El deseo de
conservar su prestigio clasista, y "diferenciarse" de los otros era
superior al de enriquecerse y acumular dinero.
“El Libro del Cortesano”
(en italiano: Il Cortesano) es un libro
de cortesía escrito por
Baldassare Castiglione en el transcurso de varios años, comenzando en 1508 y
publicado en 1528, justo antes de su muerte. Se ocupa de la constitución de un
perfecto cortesano y, en su última entrega de una dama perfecta.
El
Libro del Cortesano permanece como el relato
definitivo de la vida de la corte en el Renacimiento. Debido a esto, se
considera una de las obras renacentistas más importante.
Valladolid,
de lágrimas sois valle,
y no quiero deciros quién las llora,
valle de Josafat, sin que en vos hora,
cuanto más día de jüicio se halle.
Pisado he vuestros muros calle a calle,
donde el engaño con la corte mora,
y cortesano sucio os hallo ahora,
siendo villano un tiempo de buen talle.
Todos sois Condes, no sin nuestro daño;
dígalo el andaluz, que en un infierno
debajo de una tabla escrita posa.
No encuentra al de Buendía en todo el año;
al de Chinchón, sí, ahora; y el invierno
al de Niebla, al de Nieva, al de Lodosa.
valle de Josafat, sin que en vos hora,
cuanto más día de jüicio se halle.
Pisado he vuestros muros calle a calle,
donde el engaño con la corte mora,
y cortesano sucio os hallo ahora,
siendo villano un tiempo de buen talle.
Todos sois Condes, no sin nuestro daño;
dígalo el andaluz, que en un infierno
debajo de una tabla escrita posa.
No encuentra al de Buendía en todo el año;
al de Chinchón, sí, ahora; y el invierno
al de Niebla, al de Nieva, al de Lodosa.
Luis de Góngora
y Argote, (Valladolid, de
lágrimas sois valle)
EL CRONICÓN DE BOB